La sofocación….
Alfonsina Storni
Soy cubana, ¡SI!
De esas que están convencidas que no existe mejor lugar en
el mundo para nacer… pero… ¡Caballeros! ¡Qué calor hace aquí!
En estos días cuando el hemisferio norte disfruta de una
primavera hermosa, y un clima agradable, nosotros, los cubanos, estamos a pleno
verano, como el más intenso, matizado por una que otra llovizna.
No saben cuánto me gustaría estar bien cerquita del Mar Báltico, allí, donde el aire templado
acaricie mi rostro y… aunque me congele, no sienta esta sofocación que me
provoca el sol del Caribe.
Aunque quizás cuando mirara sus aguas cristalizadas por el
invierno extrañaría la calidez de el sol, siempre radiante de mi Cuba. Quizás
entonces extrañe el eterno verano de mi Isla.
Ese verano tranquilo, que disfrutamos todos, aun cuando nos
quejamos de la sofocación que da el intenso sol, cuando caminamos por las
calles de una ciudad cubana… sea cual sea.
Las calles de mi ciudad (Holguín), respiran un calor
climático, humano, único.
Una oleada de calor que no solo depende del clima, sino de
la gente. La gente que con su ir y venir no deja de transpirar historias
tejidas por los hilos de sol que provocan este inmenso calor.
Un calor que no deja de ser agradable aun cuando te estés
ahogando en tu propio sudor. Un calor envidiado, buscado y hasta cotizado en
precios internacionales, si de opciones turísticas hablamos.
Nada que me quedo sin el Mar Báltico, sin sus aguas poco
salobres, fecundadas por los ríos más cercanos, me quedo entonces con el sol
intenso de mi Cuba, con su gente y… con esta sofocación que me derrite las
venas.
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