viernes, 16 de enero de 2015

LOS PERIODISTAS TAMBIEN TIENEN CASA.



Desde pequeña siempre quise ser periodista, aunque en aquella época todavía no sabía bien si era por lo que veía en la televisión o por el hecho de que los demás escucharan mi voz en la radio.

Más tarde la vocación en lugar de desaparecer, como casi siempre sucede con esas  “vocaciones” infantiles, la mía se hizo mucho más fuerte. En la universidad comprendí que ser periodista era mucho más que salir en cámara o ser escuchada en la radio. 

Ser periodista implicaba un alto precio; lo primero que perdí en mi cuadra fue el nombre y junto conmigo  intranquilidades.

mi familia, pues ya no era Daimy, era la periodista, o la mamá de la periodista. Después aprendí que los periodista somos una especia de delegados de la circunscripción, esos a los que todo el mundo les plantea sus más intrínsecas preocupaciones y de los que, por supuesto, todo el mundo espera una respuesta, peor no cualquier respuesta, sino aquella que satisfaga no solo su curiosidad sino que además alivie sus

No obstante continuaba en mí la satisfacción de saber que no había equivocado la elección, pues ese era el objetivo supremo de mi interés en el  periodismo ayudar a mejorar la sociedad sin importar desde que frente se hiciera. 

Al comenzar mi vida como trabajadora de los medios de comunicación comprendí que tener un título colgado en la pared de la casa, implicaba, además un cambio radical.

Comprendí que nunca podría ser la vecina que grita desde un balcón para saber si llegó el pan, nunca más podría sacar la basura a no ser que fuese el horario de recogida. Desde ese momento tendría que reirme bajo, cuidar de mis amistades, las personas con las que me reunía. Así y aun sin mi consentimiento mi vida era de interés social casi pública.

Ir al mercado era más difícil, pues las personas se te acercan para comentar sobre la subida de los precios, al calidad  de los productos o incluso inquirirte por la escases de algunos.

Y no es que me parezca mal que los periodistas logremos ese sentimiento de confianza en las personas, pero… ¿qué pasa con nuestras vidas? Los periodistas también tenemos casa, nos preocupamos por la subida o escases de los productos, sin embargo nuestras preocupaciones pasan a ser secundarias.
En ese momento entendemos que nuestra prioridad es y siempre será brindar información acertada y objetiva de cuanto asunto circule, aunque sea a una distancia de 5 kilómetros cuadrados, a nuestro alrededor. Anda que aunque los periodistas también tienen casa, su puerta tiene que estar abierta, pues nunca se sabe cuándo alguien pueda necesitarte.

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